Malos hábitos ¿Cómo soltarlos?

Qué tan difícil es forjarse una vida plena y saludable. Por norma general nos sentimos cómodos con la rutina, esa que nos sale de forma natural producto de llevar años repitiendo los mismos hábitos y nos salen de forma prácticamente automática. En ocasiones somos conscientes de la cualidad de los mismos, buenos o malos; enero se suele llenar de propósitos para dejar aquellos que no nos son saludables, y tratamos de sustituirlos por aquellos que se supone son buenos hábitos para nuestra salud y nuestra vida.

En los niños hay hábitos, fruto de las rutinas de los adultos que pueden no ser saludables: una dieta poco equilibrada, acostarse tarde, adoptar malas posturas… como logopeda, aquellas que tienen que ver con la motricidad orofacial, respiración y voz, son las que principalmente observamos: chuparse el dedo, morderse las uñas, chupar la ropa, hacer muecas poco o nada funcionales, movimientos asociados a la alimentación, mala postura y uso de la respiración y voz.

El trabajo sobre los hábitos resulta bien difícil, pasa primero por tomar conciencia de ese mal hábito, detectar la funcionalidad o mejor dicho, a qué responde su necesidad; y tratar de equilibrar la necesidad de ese mal hábito para poder trabajar sobre sus causas y consecuencias: una mala mordida, deglución atípica, protusión lingual, disfonía, dificultades de habla y pronunciación.

Los malos hábitos la mayor parte de las ocasiones surgen como respuesta a una necesidad, así que como adultos es importante observar en qué momentos, cuándo y cómo surge. Desde la consulta aconsejamos formas de actuar adaptadas a cada familia y cada niño; pero tratando de establecer unas líneas generales te comento cómo actuar:

  • Validar su emoción. Ponerle palabras a lo que estamos viendo y creemos que está sintiendo.
  • Escuchar su demanda de forma activa.
  • Ofrecer dos o tres opciones como forma de calmarse.
  • Tras la calma. Reflexionar: primero en su emoción y de qué forma puede demandar. Segundo, si acepta, reflexionar sobre lo que ha sucedido. Tercero, hablar sobre la causa de su emoción y la consecuencia real de su actuación.
  • Somos modelos de comportamiento, nuestra forma de actuar, la de los adultos, ante las situaciones siempre servirá como ejempo, así que si verbalizamos que nuestra forma de actuar ante el estrés es necesitando un cigarro, flaco favor hacemos; mostrar las diferentes opciones y verbalizar y ser consciente, ante nuestros peques, de nuestros malos hábitos es esencial.

 

Si nos enfadamos, para erradicar un mal hábito, somos dos que debemos hacer el esfuerzo de calmarnos. Él entenderá que ante las frustraciones es normal que reaccionemos así, con lo que no sólo validará su emoción, sino también aprenderá que la forma de expresión y de evasión de la situación es la correcta.
Dependiendo de la edad, a veces las historias y los cuentos son nuestros grandes aliados. Mucho más que ofrecer la comparativa de si otro niño ha hecho o dejado de hacer.

En ocasiones funciona en hacer menos apetecible ese mal hábito, pero como he comentado, si hablamos de hábito no sólo responde a una reacción de placer sino también de respuesta a una necesidad. No basta con alejar el placer si la necesidad sigue ahí, probablemente recurra a otro hábito.
Una acción que funciona, en todos los ámbitos, tengas la edad que tengas, te dediques a lo que te dediques, es dar luz y prioridad a los buenos hábitos ya adquiridos. Enganchar un nuevo hábito a otro que ya estamos realizando. Para no rendirse y no caer en la tentación. E ir haciendo cambios pequeños, manejables y realistas.

Cambios que te propongo:

  • Observar y pensar conjuntamente qué necesidad emocional tiene tras ese hábito, gesto: relajarse tras un dia de nervios, miedo, preocupación… si son peques, lo mejor es “¿y ahora por qué haces…?” y comentarle lo que observamos: “creo que estás (enfadado, nervioso, triste), mamá/papá, cuando se sienten así hacen/necesitan… quieres probar?”
  • Proponer nuevas y diferentes formas de expresión. Generalmente son hábitos primarios, si de pequeño se calmaba succionando, es normal que continue haciéndolo, necesita madurar que puede satisfacerse desde otros planos y eso requiere que probéis.
  • Explicar el beneficio de cambiar el hábito.
  • Presencia. Nuestros peques nos necesitan en más ocasiones de lo que imaginamos, incluso cuando parecen ser muy autónomos. Estar accesibles y presentes, no significa estar encima. Sino capaces de poder escuchar activamente qué necesitan y ayudarlos a pensar en cómo poder adquirirlo.

 

Si corre prisa en erradicar el hábito, sin dejar de lado esa parte emocional necesaria que trabajar antes o después. Lo mejor es incorporar el nuevos hábito junto otro que ya esté adquirido y le sea placentero. Si se muerde las uñas al salir del colegio, lo mejor es ocupar sus manos con algo que le guste y estar nosotros para compartirlo. Si le gusta jugar en el parque, darle algo que transportar hasta allí. Y así ir espaciando el momento de llevárselas a la boca.
Como veis, uno de los ejes centrales de Upalah, es la relación. La interacción entre personas es lo que forja los nuevos hábitos en este caso, el apoyo y la reflexión conjunta es lo que da luz a los buenos hábitos. La validación, comprensión y reflexión es lo que ayudará a entender los motivos del cambio y el abandono de los malos hábitos. Nada que ya no sepas, únicamente que cuando se trata de niños, se nos olvida tratarlos como lo haríamos con cualquiera de nosotros los adultos. Adapta tu mirada, tu postura y sobretodo toma la perspectiva necesaria para reflexionar la situación, y las comparaciones no valen, ni entre niños, ni entre padres, ni entre familias. Tu mundo es eso que creas cada día, haz de él el lugar que deseas, para vivir feliz.

 

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